jueves, 17 de abril de 2008

La plataforma

La mayor parte de las veces, en la mayoría de sitios, me siento fuera de lugar. Ésa es la razón de que, de entre todos los trabajos que podría haber escogido estos últimos meses, me haya decidido por el de agente tributario. Puestos a sentirme fuera de lugar, que sea con razón. Y me pareció que no encajaría en un puesto así para nada; de hecho incluso pensé que no sabría hacer las cosas que tengo que hacer. Y no encajo, y no sé. Me hincho a hacer sudokus en un aula con unas sesenta personas más, mientras alguien explica la barroca álgebra que hay que conocer para practicar una deducción por reinversión en vivienda habitual. Aprenderé a hacer eso antes de saber qué estoy haciendo allí. Y eso no está bien. El tipo que se sienta a mi lado se preocupa. Está preocupado por mí. "Haces demasiados sudokus", dice. Sé que es su forma de decirme que preste más atención. Le digo: "¿No preferirías estar en algún otro sitio?" y enseguida me cuenta que no ha viajado mucho, que nunca se ha subido a un avión. Tiene 45 años y viste raro y mal. "¿De verdad que nunca te has subido a un avión?" "Ni a una montaña rusa", puntualiza. Al cabo de un rato levanta la cabeza y recorre con la mirada toda el aula. Sonríe y me dice muy solemne: "Esto es una plataforma." Pues qué bien. Suena demasiado pomposo para ser el nombre de una sala llena de mesas y ordenadores y nada más. Y a mí plataforma me suena a cohetes, a ciencia ficción. Pero no habrá cohetes. Llaman plataforma a las salas que se habilitan para que la gente vaya a que les hagamos la declaración de la renta. Es todo. Mi amigo me dice: "Tú estarás en una mesa como ésta. Y aquí delante..." entonces sonríe abiertamente para decirlo. Le brillan los ojos. "...aquí se sentará el contribuyente." Y dice "el contribuyente" como si dijera Michael Jackson, o Madonna, o Dios. Yo no sé qué cara poner. Pienso "estoy aquí por la novela, todo esto servirá", pero la única verdad es que no sé por qué lo hago. Tampoco sé por qué este jueves es peor que el anterior, cuando yo estaba contenta por algo, aunque hoy no lo esté. Sigue hablándome a veces, en clase. Me señala la puerta y dice "por allí entrarán los contribuyentes", o mira al pasillo y dice "por aquí pasarán los contribuyentes", y entiendo que él considera a los contribuyentes una especie de casta superior. Y se le ve contento. Igual yo también debería intentar verlo como él. Mirarme en el espejo por la mañana y repetir, como si fuera un mantra"¡Me voy a la plataforma a ver a los contribuyentes! ¡que vengan más contribuyentes! ¡yo amo a los contribuyentes!" o algo así. O igual debería cambiar de trabajo. O dejar de leer a Aldous Huxley.