Mi abuela se llamaba Ramona y se enamoró de mi abuelo porque era bonapartista y porque, además, había viajado mucho. Decía que había trabajado vendiendo cosas varias por los andenes de los ferrocarriles de casi toda Europa y que, gracias a ello, había conseguido amasar una pequeña fortuna y había conocido a muchas personas interesantes. A mi abuela, concretamente, la conoció en un bar, bailando en un cuadro flamenco. Ella no era la que bailaba mejor, pero era la que tenía las piernas más largas, y a mi abuelo, eso, le tiraba mucho.
"Entonces, lo que más te gustó de mí fueron mis piernas"- siempre le preguntaba ella. Pero él no se cansaba de repetirle que no, que lo mejor que tenía ella era el folklore, y mi abuela se enfadaba porque nunca llegó a entender el significado de esa palabra, ni cómo podía ser que hubiera algo mejor en ella que sus piernas.
Pero todo empezó a cobrar sentido para ella el día en que mi abuelo, desde el cobertizo de la casa que habían comprado con su pequeña fortuna, vio a mi abuela resbalar con los restos de la pulpa de un melocotón, caer y romperse las dos piernas. Esta pequeña concatenación de hechos cambió sus vidas de repente porque ella, después del dolor, pudo sonreír al comprobar que su marido aún la amaba, y dio gracias a Dios por haberle dejado intacto el folklore después de la caída.
martes, 15 de enero de 2008
Noches literarias (o qué puedes escribir, en 10 minutos, que incluya las palabras en color)
Mi abuela se llamaba Ramona y se enamoró de mi abuelo porque era bonapartista y porque, además, había viajado mucho. Decía que había trabajado vendiendo cosas varias por los andenes de los ferrocarriles de casi toda Europa y que, gracias a ello, había conseguido amasar una pequeña fortuna y había conocido a muchas personas interesantes. A mi abuela, concretamente, la conoció en un bar, bailando en un cuadro flamenco. Ella no era la que bailaba mejor, pero era la que tenía las piernas más largas, y a mi abuelo, eso, le tiraba mucho.
"Entonces, lo que más te gustó de mí fueron mis piernas"- siempre le preguntaba ella. Pero él no se cansaba de repetirle que no, que lo mejor que tenía ella era el folklore, y mi abuela se enfadaba porque nunca llegó a entender el significado de esa palabra, ni cómo podía ser que hubiera algo mejor en ella que sus piernas.
Pero todo empezó a cobrar sentido para ella el día en que mi abuelo, desde el cobertizo de la casa que habían comprado con su pequeña fortuna, vio a mi abuela resbalar con los restos de la pulpa de un melocotón, caer y romperse las dos piernas. Esta pequeña concatenación de hechos cambió sus vidas de repente porque ella, después del dolor, pudo sonreír al comprobar que su marido aún la amaba, y dio gracias a Dios por haberle dejado intacto el folklore después de la caída.
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1 comentario:
ooooohhhh :)
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