A pesar de las incontables alegrías que me proporciona mi bebé imaginario o teórico, a veces cuando observo cómo sale el semen del sexo de D me embarga cierta tristeza. Porque en ese momento pienso en todos los hijos potenciales que ya no tendré, y me despido, y enumero mentalmente los nombres que he pensado a veces, a solas o con él, los que hemos barajado más o menos en serio durante alguno de mis interminables ciclos premenstruales, cuando no es raro que desee que Luisa ascienda nadando grácilmente dentro de mí, como una diminuta sirena celular, y que después se agarre con fuerza a mi útero. O que Jacob me hable desde dentro, que me haga prometerle que no decoraré con cenefas adhesivas la pared de su habitación, o bien me grite o me susurre que quiere nacer. Pero nunca ocurre nada de esto y entonces pienso “adiós.” “Adiós Horacio, Margaret, Jemima y Albertina. Adiós Clare, Amy, Valentine, Prince y Petra. Adiós Natascha, Bertrand, Sybill y Wolfgang Nipplesucker. Y adiós Lucas y adiós Olivia.”
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3 comentarios:
Me gusta cuando te pasas lo políticamente correcto por el útero.
me ha emocionado tanta ternura. Creo que si por tí fuera los guardarías todos en un botecito con la esperanza de vivir lo suficiente para que puedieras darles vida y ponerles nombres a todos.
no sé que decir ni como silenciar tanto pelo de punta en brazos gritando me. yo también los he visto corretear en palabras tuyas y romper porcelana favorita. Limpia chocolate de carrillos y seca me gotas de lágrima hasta que pelos duerman en brazos míos.
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