Hablando de fregonas, esta noche me he dejado la mía, con su correspondiente cubo, en la terraza. Como ha llovido a cántaros, esta mañana el cubo estaba lleno de lluvia y, en lugar de vaciarlo, he pensado que la usaría para fregar el suelo. Me ha parecido una buena idea, una pequeña excentricidad, un gesto infantil, un lujo, una forma poética de reciclaje.
Al poco rato ha llegado el pintor, y se ha quedado en mi casa poco más de tres cuartos de hora; el tiempo suficiente para llamarme señora cuatro veces. Eso me ha creado una contradicción, porque hasta el momento me sentía como una niña estúpidamente ilusionada porque va a fregar el suelo con lluvia. No puedes ser una señora e ilusionarte con algo así (según que niño seas, tampoco). Quiero decir que una posible definición de señora bien podría ser: "Persona que no se ilusiona ante la perspectiva de fregar el suelo con lluvia". (Por otro lado, también podría pensarse que la definición: "Persona que se ilusiona ante la perspectiva de fregar el suelo con lluvia" corresponde al término pobre infeliz). El caso es que si me llega a llamar señora una vez más, me convence y tiro el agua por el váter. Suerte que soy difícil de convencer.
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