viernes, 2 de noviembre de 2007

Don't cry, Mario, don't cry

Mario no existe. O sólo existe porque yo existo, que para el caso es lo mismo. Lo que trato de decir es que me lo he inventado. Me he inventado a un perro llamado Mario. Bueno, el perro existe, lo sé porque lo oigo ladrar todos los días, a todas horas, desde algún lugar suficientemente lejano para que no pueda localizarlo, y lo bastante cercano para que yo le oiga. Si le oigo, es que existe, y si encima se llama Mario, entonces yo no me he inventado nada. Ahora bien, para algunos no será suficiente oírlo para probar que existe. Haría falta verlo. Qué más quisiera yo que ver a Mario, pero tengo que conformarme con hablarle desde la ventana de la cocina. No era posible quedarse indiferente ante tanto ruido y tanto llanto. Porque es que Mario, más que ladrar, llora. ¿Y yo qué hago? Pues voy y empiezo a llamarle Mario, por no llamarle perro a secas, para crear un vínculo más familiar entre nosotros. Le doy un nombre bonito que le haga olvidarse un rato de su vida de mierda. Si llego a casa y no me espera nadie, abro la ventana de la cocina y grito "¡hola, Mario, ya estoy en casa! (¿quién se olvida entonces de su vida de mierda?), y cuando llora le digo que no llore, y no le pregunto nada porque no podría responderme, pero hay algunas cuestiones que me gustaría que me aclarara. Dónde queda su casa, por ejemplo, o qué cosas cree que le darían consuelo. Con el nombre de Mario vinieron todos estos cambios en mi vida y en la del perro, pero también vinieron más cosas, como algunas fantasías sobre cómo sería el aspecto de Mario. De ninguna manera es un perro grande y negro; tampoco es un perrillo de esos que parecen ratas con peluca. Mario es un perro listo y marrón de tamaño mediano. Imposible saber qué le hace llorar. A veces me cruzo con perros por el barrio y les digo "Mario!" para ver si son él, pero en el fondo tengo claro que si un día nos cruzamos por la calle nos reconoceremos al instante. Yo no puedo evitar imaginármelo como este sick dog de Michael Sowa, pero no quiero ni pensar cómo me imagina él a mí, qué clase de ser se ha imaginado él que le dedica ruidos indescifrables desde un lugar impreciso aunque cercano.
Pero es que hay cosas que uno prefiere no saber.

2 comentarios:

Karri dijo...

Holaaa Mo! M'encanta aquest blog liderat per ovelles cabezonas, gossos que es diuen Mario, terrasses netes de pluja i tamburets observa-pizzes... jo també observo la pizza!

Mua!

mo dijo...

hola, karri! Què bé que t'agradi. Tu saps que no hi podien faltar les ovelles... El fet que tu també observis la pizza no em sorprèn del tot; ja sospitava que tu també tenies "les teves coses"...;-))